lunes, 30 de julio de 2012

¿SATISFACCIÓN O FELICIDAD?

¿Cómo se considera Ud.? ¿Completamente  insatisfecho, poco insatisfecho, medianamente satisfecho, altamente satisfecho o completamente satisfecho? Son los conceptos contenidos en la pregunta que  la encuesta CASEN hizo por primera vez a sus entrevistados, cuyos resultados han sorprendido a todos, han encantado a algunos y han espantado a otros, según su color político.

Naturalmente los personeros de gobierno han visto en las cifras una señal de sus logros por el elevado y sorprendente porcentaje de satisfacción arrojado por la consulta: un 27,2 % de medianamente satisfechos, más un 42,3 % de altamente satisfechos y más un 20,8 % de completamente satisfechos, lo que hace un 90,3 % de gente con algún grado de satisfacción en contraste con sólo un 9,8 de ciudadanos con algún grado de insatisfacción (no da exactamente 100, pero los estadísticos que tienen explicación para todo, podrían aclarar la diferencia).

Los opositores, en cambio,  se han complicado enormemente con las cifras y no pudiendo celebrar ese 9,8 % de insatisfacción, han recurrido a discutir el concepto consultado, la metodología empleada, la oportunidad, la muestra   y las oscuras intenciones perseguidas por la encuesta. En cualquier caso y por las declaraciones de algunos personeros opositores, parecería que lamentaran tanta satisfacción y hubiesen querido que la insatisfacción fuese mucho mayor. Una cuestión parecida a su reacción frente a la información sobre una disminución relativamente marginal de la pobreza y una reducción importante de la indigencia, que pareció molestarles de sobremanera.

¿Qué pasaría, me pregunto,  si en una encuesta se preguntase sobre la felicidad? ¿Cuáles sería los resultados y a quiénes complacerían políticamente? Claro que nunca se hará una pregunta como esa, no sólo porque el concepto “felicidad” es mucho más complejo y oscuro que el de “satisfacción”, cuanto porque por eso mismo los encuestadores perderían mucho tiempo aclarando qué es la felicidad a los consultados. De todas maneras es seguro el porcentaje de los “no sabe o no contesta” sería enorme, una respuesta que tendría oportunamente, uso político.

El problema puede residir en que la “satisfacción” es una opción cuantificable, contrastable, medible y comparable, en tanto la “felicidad” es una percepción fugaz, pasajera, breve, difusa y subjetiva. Nos sentimos satisfechos en función de lo que hemos logrado, de lo que tenemos, de las seguridades que hemos acumulado y de las que podemos proyectar en un futuro. Nuestra satisfacción es la medida  de nuestro progreso comparado y depende de las sensaciones que el medio en que nos desenvolvemos nos permite. La felicidad, en cambio, es un sentimiento, una sensación, una indefinible e indeterminada percepción que obra como consecuencia derivada, como síntesis, como climax de un instante, de un suceso, de una experiencia.

No podríamos preguntar por la felicidad pero tal vez podríamos consultar a los entrevistados si han sido felices. Podríamos tratar de saber si alguna vez han experimentado la felicidad. Posiblemente muchos nos dijeran que sí, que han tenido sus momentos, que en ciertos instantes de su vida se sintieron felices y otros—como Borges los hiciera—nos declararían no nunca haber sido felices. Y nuevamente los políticos  procurarían apropiarse de esos momentos nuestros y tratarían  interesadamente de sacarles provecho. Y posiblemente, si fueran consultados por el instante en que fueron políticamente felices dirían lo que declaró uno que no ha mucho expresó con fina cursilería, que su momento de felicidad había sido la noche del triunfo del No… Seguramente por aquello de la alegría por venir.

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