En unas pocas generaciones pasamos de la veneración del pasado al vértigo del futuro. Es un fenómeno que lo ha trastrocado todo y que está generando una brecha en todas las expresiones de la cultura: desde las ideas y creencias a las instituciones y desde éstas a los productos materiales. Nos hemos dividido insensiblemente en dos mundos que coexisten pero que se separan cada vez más: el mundo de los que por formación todavía tienden a conservar y piensan que las organizaciones, las ideologías y las doctrinas así como las propiedades y los artefactos son importantes y los que por formación tienen la propensión a desechar, a pensar que todo es pasajero y a creer que nada prevalecerá, razón por la cual no es necesario soportar la carga del pasado o de las cosas . En pocos años pasamos de celebrar el abrazo de Maipú, la marcha del roto chileno en Yungay y el abordaje de Prat, a celebrar la aparición del I fone 5, la visita de Madonna o la muerte de Michael Jackson.
Los jóvenes estudiantes no valoran lo que las generaciones anteriores respetaban y se concentran adquirir habilidades de aplicación inmediata, en aplicar recetas facilitadoras, en caminar por atajos y usar el conocimiento acumulado haciendo copy paste, sin ninguna intención de dominarlo. Seguramente tienen razón en su postura y sin duda podría lucirles en el futuro probable, si no fuera que el diablo mete su cola en la circunstancia, porque sabe más por viejo y no por diablo.
Ese saber por viejo explica que la iglesia católica y las derechas procuren anclar la conciencias juveniles en medio de la debacle que se adivina, hablando de valores, discutiendo sobre el sentido de la educación, destacando la importancia de la familia como institución social fundante y, en general, tirando ganchos hacia atrás. Explica, asimismo, que las izquierdas tiren ganchos parecidos procurando alienar con el viejo discurso de los derechos conculcados, las inequidades flagrantes y los fallos del sistema y del modelo, procurando situar las conciencias juveniles en la deriva de las aguas más revueltas donde los pescadores de almas obtienen las mejores inteligencias para la causa. Pero ni una ni otra postura entienden ni proyectan el vértigo del futuro del que la juventud que percibe como se abre imparable, necesita alimentarse.
Y todo esto transcurre apresuradamente sin que se adivine una circunstancia propicia, un remanso de calma, un interregno que permita una reflexión que muy pocos hacen. Uno llega a pensar, recordando a don Arturo y su salto heroico, que estaríamos necesitando un evento capaz de unificarnos, lo suficientemente potente y dramático como para ordenar la confusión y lo bastante prolongado y cruento como para elevar al podio de los héroes a los que debieran sacrificarse. Muchos creyeron que la toma armada del poder que no pudo ser o el golpe militar que sí se materializó, cumplirían esa función, sin recordar que las revoluciones internas, a diferencia de las guerras contra enemigos externos, no alcanzan para redefinir el metabolismo de la cultura ni para despejar el campo . En cualquier caso, el futuro siempre nos reservará sorpresas y oportunidades, sea por el norte, sea por el sur, como habría dicho Borges…
¿Qué es la vida? Un frenesí.
ResponderEliminar¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.