lunes, 9 de julio de 2012

MEDIDAS EN POLÍTICA:

La introducción de sistemas de medición —pesos y medidas, grados, intensidades, etc.—significó un gran avance en el desarrollo de la civilización, sobre todo cuando dichos sistemas fueron generalizados constituyendo una especie de lenguaje común. Los franceses, tan razonables  y sistemáticos ellos, influyeron determinantemente en los sistemas de medidas hasta el extremo que hasta en los países de habla inglesa han comenzado a usarse su sistema métrico decimal de pesos y medidas—lógico y simple en extremo—en vez del enrevesado sistema sexagesimal. La excepción, como era de esperarse,  son los británicos, que por su gusto por la tradición son  distintos en todo. La misma generalización se ha dado   con otros sistemas de medición, como es el caso  de las intensidades en el caso de los temblores, los ruidos, los huracanes y un  montón de otras cosas medibles tanto en el campo de la biología, como de la química y la física.

Para nosotros los chilenos, los sistemas de medición han pasado a ser cuestiones centrales en materia de economía y  política, donde el IPC, el IVA, el reajuste del sueldo mínimo, la popularidad en las encuestas, el puntaje en la PSU, los grados Richter y Mercalli en los temblores han llegado a ser capitales. Imagínese que hemos llegado al extremo en que los grados alcohólicos en el torrente sanguíneo nos están  cambiando la vida (la vida nocturna por lo menos).

Pensando en ello y en las contingencias de la política local, se me ha ocurrido que podría ser conveniente y oportuno crear un sistema auxiliar de pesos y medidas para calificar a los actores políticos en materia de simpatía, rectitud, honorabilidad, preparación  y capacidad intelectual. Y tal como en el caso de la ciencia, donde los nombres de las unidades utilizadas para medir son los de grandes investigadores—Volta, Watt, Ampere, Faraday, Newton, Pascal, etc.—en este en comento podrían ser los nombres de políticos representativos de los fenómenos a describir. El único problema con el que me he encontrado es que algunos nombres son adecuados para describir más de una característica lo que suscita, como se verá,  algún conflicto. Pero a la vista de la utilidad del sistema, eso es lo de menos. Paso a dar algunos ejemplos a manera de propuesta:

El Andrade podría ser la unidad de medida en cuanto a pesadez y podría funcionar por comparación: más pesado, menos pesadlo o igual de pesado que Andrade. El Frei, la medida en materia de kilómetros viajados: por ejemplo, un Frei =10.000 km. El Girardi, la unidad en asuntos de turbiedad: más turbio, menos turbio o tan turbio como iniciativa de Girardi.  El Pizarro, como medida de acaballamiento; el Longueira para el poder de muñeca; el Gómez para medir la fomedad; el  Zaldivar medida de macuquería; el Novoa de momiería (o momiez?) y así en adelante. Podría haber la unidad Silver (medida de desparramo con ventilador), el Gutiérrez (medida simpatía), el Navarro (medida de vueltas en el aire), etc. El problema, como se dijo, es que podría haber conflicto entre las denominaciones: dos  nombres apropiados para el mismo fenómeno como sería el caso de Aguiló y Ascencio disputándole la denomkinación  a Silver, o Cardemil peleándosela a Novoa, o Moreira a Pizarro, o Gutiérrez y Andrade disputando cuál es más cargante. Pero, en cualquier caso, serían problemas menores que podrían solucionarse con nombres compuestos. ¿A alguien no le quedaría claro a qué alude la unidad Andrade/Gutiérrez?

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