Anoche, con frío y semi dormido pensaba en el lucro—esa mala palabra que la izquierda ideologizada ha elevado a la categoría de anatema—cuando me saltó a la mente como un chispazo, la palabra corrupción, tan terrible como la anterior pero por mucho mejores razones. Y en un momento fugaz, como una epifanía, me estremeció un toque de lucidez que me sacudió fuertemente y me llevó a flotar hacia mi escritorio para escribir en sueños esta revelación que Ud. lee: lucro y corrupción son las dos caras de una misma moneda.
La cara lucro, por lógica, correspondería a las derechas, dueñas del capital, que con su inversiones malévolas viven enriqueciéndose a costa de los desvalidos estudiantes, los desapercibidos clientes de super tiendas, los pobres afiliados de las AFP e ISAPRES, los cándidos tenedores de tarjetas de crédito, los ingenuos dueños de vehículos, los inocentes que van al cine, los necesitados de alimentarse que compran en los supermercados, los consumidores que pagan servicios, los adelantados que navegan por la red, los enfermos que van a la farmacia y en fin, los desvalidos ciudadanos que respiran y sueñan con vivir mejor sin saber que una cáfila de malvados y explotadores los están expoliando en todo momento.
Terrible que en el juego de la vida, al tirar la moneda, a uno le salga lucro. El sistema de mercado—el modelo como se le llama—lo ha determinado así para nuestro mal. Por eso es que es necesario informar a la población de la enormidad que se le comete en nombre de la necesidad de desarrollo, el engaño en que se la tiene, la ignorancia a la que se la condena, haciendo abrir los ojos a los conformistas para que protesten, sacando a las masas a las calles para manifestarse, haciendo de la sociedad un caos renovador y obligando a la suerte política—elecciones de por medio—a dar vuelta a la moneda dejando a la vista la otra cara.
Entonces, por pura lógica, la cara de la corrupción correspondería a las izquierdas, representante de las necesidades verdaderas y los derechos legítimos, lábaro de las aspiraciones y los apetitos, preclara sostenedora de la verdad doctrinaria, dueña del manantial ideológico y vestal de la Justicia. Toda virtudes, pero sin el dinero necesario para satisfacer los justos ideales del pueblo. Las izquierdas, que por esa carencia deberán cumplir su destino procediendo en nombre de la sociedad a repartir ordenadamente los dones del Estado—cargos, estipendios, subvenciones, indemnizaciones, donaciones, aportes y retribuciones—pero con orden y cuidado: primero los primeros y los demás después, en su momento y a su tiempo.
Las izquierdas que nacionalizarán las riquezas inconmensurables del futuro esplendoroso de que habla la teoría, que elevarán los tributos sólo a los más adinerados, que enderezarán la marcha de la sociedad hacia un futuro igualitario donde todos seamos iguales y felices, eliminadas las diferencias y acogida la diversidad. Un futuro sin cajas de pensiones, con un sólo sistema de salud, sin tarjetas bancarias (solo con las de racionamiento), con tiendas estatales rebosantes de productos variados, con autos clásicos circulando por las calles libres de atochamientos y tacos, con cines exhibiendo cintas apropiadas, con Internet oficial libre, con servicios gratuitos y con medicamentos genéricos, para que los felices ciudadanos realicen libremente sus sueños de vivir mejor.
Comprenderá Ud. que aclarado el asunto, borré de mi sueño toda zozobra y volví a dormirme acunado por tan extraordinaria revelación.
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