sábado, 15 de octubre de 2011

LOS EFECTOS DE UN PESIMISMO ANCESTRAL:


El pesimismo ha sido componente atávica y permanente del espíritu humano. Viene estando presente en la mente de las personas desde la época   de los más remotos ancestros. Y aun cuando siempre está subyacente de manera subconsciente como una cuota de negrura, de cuando en cuando se expresa visiblemente de manera poderosa, con verdaderas explosiones de desánimo. Culturas enteras ya desaparecidas  fueron terriblemente pesimistas; la mayor parte de las religiones tienen un fondo de pesimismo; y desde luego son espantosamente pesimistas  todas las anticipaciones del futuro que hoy por hoy formulamos.
Primero fue el diluvio universal—nada más terrible—que vino a aguar las cosas. Seguidamente los sumerios con dioses tremendos, los egipcios con sus plagas,  los pueblos egeos con trancas y laberintos y los griegos con filosofías escépticas. Todos la vieron negra cada cual a su manera y con su estilo, con diversos fundamentos, pero con la misma perspectiva. Los romanos tampoco lo hicieron mal en esto de ser pesimistas, tal vez porque los síntomas de la descomposición de sus sistemas políticos eran persistentes. No podemos decir que la Edad Media fuera demasiado optimista y ni siquiera el Renacimiento se destacó por su positivismo.
Ya en época la  de la ilustración  el pesimismo imperó por doquier: tanto en Kant como en  Rousseau y en el Romanticismo, fue proverbial  (casi no es necesario
mencionar al Werther de Goethe). ¿Y en los albores de la Modernidad? ¿Qué me dice de Malthus o Adam Smith y sus visiones apocalípticas de la escasez y el equilibrio demográfico  precario ¿Y qué me dice de los utopistas sociales del siglo XIX con Marx y Engels a la cabeza?  ¿Y de Shopenhauer y Nietzsche?
En América no lo hemos hecho mal: nada más obscuro ni pesimista que los augurios Mayas, lo mismo que es negro el pesimismo entre los Incas e incluso en la cosmogonía Mapuche, con su diluvio inicial y todos los males posteriores, incluida la llegada de los huincas.
¿Porqué será que en todas las latitudes se ha mirado la realidad con tanto pesimismo? ¿Será por  la certeza de la muerte, sobre todo en tiempos en que la expectativa de vida adulta era muy corta y la mortalidad infantil tan elevada? ¿Será porque en todas las épocas el hombre ha sido el lobo del hombre, como diría Hobbes? ¿Será por una atávica necesidad de castigo que compense lo buena que en verdad es la vida?
Mírenos Ud. hoy por hoy, anunciado catástrofes ambientales generadas por la contaminación ambiental, augurando la probable caía de meteoritos capaces de exterminar a la humanidad, hablando de la lluvia ácida, de nuevas enfermedades y epidemias incontrolables, del agotamiento de los recursos, del crecimiento demográfico incontrolable condenándonos al hambre y a la guerra. Hasta con muertos vivos pululando por doquier en el imaginario colectivo.
Puras malas noticias y pésimos augurios que  con el desarrollo de todas las nuevas tecnologías de comunicación instantáneas y globalizadas y el desarrollo de las redes sociales, hacen que el pesimismo adquiera la dimensión de inconformidad y se transforme en problema social  y hasta en oportunidad política. 
Ni qué decir que los indignados en todo el mundo que se celebran hoy no son, en manera alguna, espíritus optimistas.

2 comentarios:

  1. Y sin embargo se mueve...
    Prefiero el hoy, que morir a los 20 por tifus

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  2. Jagarcia. Dicen que un pesimista es un optimista bien informado……al menos eso dicen.

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