lunes, 3 de octubre de 2011

ARTICULADORES DE LA HISTORIA

Los historiadores más detallistas dicen que el establecimiento de la Frontera de Arauco, a principios del siglo XVII, ha sido un evento absolutamente  determinante en la configuración de los caracteres nacionales, es decir, en la personalidad de los chilenos. En menor medida pero también determinantemente parecen haber  influido la Guerra del Pacífico en 1879, la crisis mundial de 1929 y posiblemente, el golpe militar de 1973.  La configuración de la Frontera de Arauco—dicen los historiadores—ha  sido  más determinante, incluso, que las guerras de la independencia, la de la Confederación Perú Boliviana, la revolución de 1891 y todos los otros golpes de Estado juntos.
Generada a partir del levantamiento de 1599 que condujo al desastre de las fuerzas conquistadoras españolas en Curalaba y determinó el abandono de las ciudades de la Araucanía y de buena parte de la zona central, la Frontera fue, en realidad,  una faja de territorio entre el río Bío Bío por el sur y el Maule por el Norte, de la que ambos bandos—españoles e indígenas—se sustrajeron casi por completo y en la que salvo unos pocos fuertes, ya no se desarrollaron poblados hasta entrados los siglos XVIII y XIX.  A falta del control  jurisdiccional de ambas culturas—la peninsular y la indígena se refugiaron en sus ámbitos y quehaceres en las zonas aseguradas—no  hubo allí ni Dios ni Ley durante un período de tiempo bastante prolongado, con unas consecuencias bien notables.
En la Frontera campeó el macho engendrador, irresponsable e itinerante—el gañan campesino—y  surgió la mujer sola jefa de hogar sacando adelante a montones de chiquillos huachos; en la Frontera aparecieron las bandas de asaltantes del tipo de Benavides y los Pincheira, adueñándose de campos y caminos; en la Frontera se gestaron la tradicional  resistencia a la Ley, la costumbre de la asonada saqueadora, la afición al alcohol y la juerga, la pillería, en fin. Tal vez allí se configuró el roto chileno que luego las guerras mencionadas y los auges mineros diseminaron por el resto del territorio volviéndolo protagonista urbano.
Me ha venido a la mente aquella circunstancia histórica particular que articuló el carácter nacional, pensando en que  la Camila y sus huestes de estudiantes revolucionarios pudieran constituir uno de esos articuladores sociológicos que llegan a cambiarlo todo. Podría ser que ella, cual una moderna  Fresia o una gentil Guacolda marcara el límite entre un  antes y un después.
Si es así, la recordaremos como la representante de un momento trascendental; si no ocurre así, sólo como una cara bonita.

1 comentario:

  1. La frontera esta hoy en la Alameda, entre plaza Italia y los héroes. La “camilita” y el resto no cambiarán nada, es el “ser chileno” que despertó de su estado de latencia. Siempre han estado ahí, solamente estuvieron entretenidos durante un tiempo comprando con una tarjeta de crédito. Ahora quieren que les aumenten el cupo.

    ResponderEliminar