viernes, 2 de diciembre de 2011

MALES DEMOCRÁTICOS:

Hace años hubo una película  muy prescindible pero reveladora:  la trama se situaba   en una isla oriental remota, habitada por una comunidad muy primitiva, económica,  social y políticamente hablando. Eran unas pobres gentes organizadas en  castas rígidas, dominadas por una elite opresora, que se salvaba sólo por el paisaje idílico,  el clima tropical, la productividad de sus pequeñas heredades ancestrales y un espíritu alegre y solidario. Con motivo de la guerra (la de Viet Nam creo), llegaban los americanos y comenzaban a cambiarlo todo, democratizando el sistema  y haciendo caer  al poder reinante. Con la labor de unos gringos altos, rubios y bonitos como los de los Cuerpos de Paz , enseñaban  nuevas costumbres políticas a los nativos echando a caminar toda una nueva manera de hacer las cosas. Al final, se había generado un tremendo caos, porque sin una cultura de la democracia, los naturales caían en los peores vicios políticos. Terminaban  perdiendo el paisaje idílico,  la productividad de sus pequeñas heredades ancestrales, su espíritu alegre y solidario e incluso el clima, dados los cambios  producidos por una incontrolada depredación.

A nosotros nos ha ocurrido algo parecido—sin necesidad de tanto gringo y más bien por influencia de las izquierdas, en el sentido que hemos insistido en democratizarlo todo, más allá de la prudencia y la conveniencia y sin tener tampoco la cultura democrática indispensable.  El hecho es que algunas instituciones  funcionaban mejor con sistemas de tipo republicano que con democracias extremas. Porque se han democratizado desde las elecciones de rectores de  casas de altos estudios a las de los  presidentes del consejos de curso de las escuelas municipalizadas, todo ello con el filtraje de intereses espurios.

Algunas antiguas Universidades tuvieron un sistema de representación de dos etapas,  bien concebido, que fue capaz  de filtrar las influencias políticas inconvenientes dejándolas fuera de las decisiones corporativas importantes. Tenían una asamblea de socios, entre los que se elegían los miembros de un  Directorio que, a su vez, elegían al rector. Este no sólo era un académico del alto nivel, sino que estaba libre de otros compromisos con  las bases que no fueran los del buen gobierno. Las cuestiones de la academia eran manejadas, a su vez, por un Consejo Académico independiente del Directorio, con lo que se evitaban mezclas peligrosas.

La reforma de 1968 terminó con ese sistema y comenzamos a elegir a los Rectores como quien elige un delegado sindical y con los mismos objetivos, con lo que la calidad de los candidatos bajó ostensiblemente y el manejo de las Instituciones se degradó de manera significativa. La política contingente se filtró a la academia (hasta el extremo de ver a nuestros rectores marchando cerca de los encapuchados), con lo que se perdió buena parte del paisaje universitario idílico, de la productividad de las parcelas académicas, del espíritu elevado y solidario e incluso del clima laboral.

La conclusión necesaria es que la democracia, que funciona muy bien a nivel de los ideales más puros, se complica a la altura de la praxis por falta de cultura democrática.

1 comentario:

  1. Chile hace rato se convirtió en una oclocracia. Por las razones que sea, hoy el país da el carácter de líderes, a personajes con los que uno no quisiera encontrarse, sino, los miembros de la confech-lumpen (las declaraciones filo-antisemitas contra la Teletón impresentables), los corruptos en la mesa del senado, la asociación ilícita prevaricadora de la corte suprema, etc. Y que decir de los gobiernos de izquierda que hemos tenido, partiendo por el que ahora tenemos.

    En Chile hace rato, mandan lo que dejó la ola, sino recordar al asesor de la terrorista bachelet, peñailillo, un ejemplo perfecto de lo que digo.

    Aullidos a un trío de simios

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