Pensando en los últimos Presidentes mencionados e incluso, en los de antaño—Allende, Frei Montalva, Alessandri, Ibáñez y hasta González Videla—no queda otra que aceptar que Piñera no tiene estatura de prócer, no es carne de estatua y nunca llegará a la altura, actitud, majestad y postura de un tribuno. ¡Aunque se esfuerce, vestirá de banalidad todo lo que toque y de duda todo lo que proponga! Es su fatalidad y no tiene remedio, de manera que pareciera que lo mejor que pudiese hacer, sería olvidarse de la opinión ciudadana y gobernar con decisión invariable apuntando a camiar lo que está mal, pese a quien pese y le duela a quien le duela. Y esto, deshaciéndose lo más luego posible de todos los personajes discutibles, blandengues, acomodaticios y dobles instalados en su Gobierno. Habiendo tanto que hacer luego de veinte años de sandunga político mediática, no debería perder más tiempo del escaso que le va quedando.
Parece increíble, pero el presidente y el gobierno, han desperdiciado todas las oportunidades que se les presentaron para dar señales y abrir derroteros, oportunidades que fueron numerosas y propicias desde el punto de vista mediático, político y judicial, pero que se dejaron ir, pareciera que para no poner en problemas la imagen presidencial, con el peor de los resultados: desde el asunto de las indecisiones del pasado gobierno en las horas y días que siguieron al terremoto de 2010 con todas las consecuencias derivadas, pasando por la investigaciones omitidas en innumerables casos de corrupción e irregularidad heredados de la Concertación (de lo que el caso de falsos exonerados el sólo la punta del iceberg), para llegar al tema de las protestas estudiantiles, tema que entregaba claras oportunidades de aclarar responsabilidades y deslindar culpas, al mismo tiempo que permitía construir propuestas potentes. Pero fue un tema pésimamente manejado por Lavín y donde para mal de Bulnes, no se dejó tontera por hacer.
Recuerdo de mis años mozos a un personaje de la tienda radical, que teniéndolas todas consigo—presencia, trayectoria, fortuna, inteligencia, rectitud—se perdió en la noche política porque en el momento de los quiubos tuvo contemplaciones, temores y pésimas ideas, cuando correspondía aclarar responsabilidades, asignar culpas y dar señales claras de fuerza, lucidez y decisión. Bien decía Churchill que lo que lo había llevado a las alturas a las que llegó, habían sido la cólera, la ambición y su apariencia de bull dog peligroso. ¿Cómo podría competir el Presidente? ¿Se lo imagina vestido de Emperador Romano, con sus manecitas extendidas desde los pliegues de la toga? ¿Y sé imagina a Lagos vestido como Julio César?