El episodio trágico de Daniel Zamudio puso sobre el tapete el problema del origen o las causas de la homosexualidad. Los medios de comunicación abundaron en comentarios y opiniones y los expertos, para expertos y aficionados a perorar dijeron de todo. Salieron a relucir las definiciones, las posturas y los prejuicios, del mismo modo que se analizó concienzudamente el tratamiento dado a los homosexuales a través de la historia. Desde la Biblia a los griegos clásicos, desde los griegos a los romanos y así en adelante hasta llegar al pronunciamiento del mismísimo Obama (Barak). Incluso se ha analizado la homosexualidad en el reino animal y se han hecho intentos por vincularla a un hermafroditismo potencial. Por otra parte se ha puesto en duda la existencia de sólo dos sexos y se ha hecho mención al fenómeno presente en algunas especies que lo cambian según la circunstancia.
Cada cultura ha dado un tratamiento particular al asunto. Los griegos aceptaban la homosexualidad juvenil pero rechazaban la adulta. Para ellos los adolescentes podían experimentar relaciones homosexuales con mayores experimentados que les transmitiera experiencia. Un caso singular es el del mítico Aquiles, entre guerra y guerra; otro es el de Sócrates, seguramente entre diálogo y diálogo; y uno famoso, el de Alejandro el Grande, posiblemente entre conquista y conquista. Situación parecida fue la que se dio en la antigua Roma, donde las prácticas homosexuales cruzaron clases y estamentos y fueron toleradas socialmente de Emperador a paje. Con el advenimiento del cristianismo, más bien, con la influencia de la Iglesia Católica , Apostólica y Romana, los homosexuales tuvieron que andarse con cuidado por aquello del pecado. La hoguera tuvo trabajo y se dice que la doncella de Orleans fue quemada por algo más que por herejía. Recientemente el nazismo—y ello tiene que ver con Zamudio—llevó a muchos homosexuales a los campos de concentración donde circularon marcados de rosado.
Explicada desde trastorno psiquiátrico a condición genética, desde alteración neuronal temprana a comportamiento esquizoide, desde manifestación clara a cuestión de grado, desde verdad biológica a constructo social y por último, desde tendencia excepcional a expresión de diversidad, la homosexualidad sigue sin encontrar una explicación científica precisa. Curiosamente, en el mundo animal donde está presente a nivel de individuos aislados, la homosexualidad no forma estirpe. Se puede suponer que es porque aunque los animales homosexuales sean sexualmente funcionales—machos que pueden procrear y hembras que pueden concebir—no lo hacen normalmente por su comportamiento y no dejan descendencia. Salvo cuando los machos heterosexuales cubren excepcionalmente a las hembras homosexuales por la fuerza. Esto es significativo, porque si la causa de la homosexualidad fuese genética, la transmisión por vía femenina podría explicar la persistencia de la homosexualidad animal.
En el género humano, en cambio, podría ser a dos bandas. A nivel humano la homosexualidad ha tenido mucho que ver con el closet, al que durante mucho tiempo la condenó la sanción social. Hombres y mujeres homosexuales llevaron vidas normales y se reprodujeron ocultando su condición hasta el momento en que no importara (lo que explica que tantos homosexuales se manifestaran de viejos). Y en el caso de que la homosexualidad fuese genética, esos individuos estuvieron transmitiendo sus genes durante sus vidas normales. Eso lleva a pensar que en la situación presente, en la que los homosexuales se han organizado, reclaman igualdad y dejan de ocultarse, dicha transmisión podría reducirse e incluso desaparecer. Es lo que posiblemente va a ocurrir como consecuencia del fin de la discriminación. Ahora bien, si la causa de la homosexualidad es cultural, con la mayor libertad de los comportamientos y la adopción de hijos, podría crecer exponencialmente.
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