Prácticamente todas las iniciativas concretadas por el gobierno de Piñera y casi todas sus propuestas y nuevos proyectos han sido considerados por la oposición concertacionista y extra concertacionista, como insuficientes, insatisfactorios, mal enfocados, sospechosos y prescindibles. Insuficientes como la Reforma Tributaria , insatisfactorios como la Reconstrucción , mal enfocados como la Reforma Educacional , sospechosos como Hidroaysén y prescindibles como todos las demás iniciativas que Ud. quiera recordar. En una actitud política abiertamente negativa, desde la izquierda y el centro los partidos de la Concertación han criticado a diestra y siniestra, seguramente buscando atraer a sus aguas al chileno promedio, dado a desconfiar, inclinado a pensar en lo peor y proclive a creer que siempre le están metiendo el dedo en la boca.
Más allá de que aquello es cierto—tenemos buenas razones para desconfiar, casi siempre ocurre lo peor y las más de las veces nos meten el dedo en la boca—, la extrema negatividad que se palpa en el ambiente político conduce hacia unos extremos peligrosos, sobre todo en momentos en que las “turbas empatriotecidas”—como habría dicho José Santos González Vera—se desbandan haciendo barricadas y asaltando bancos y comercios por un “quítame allá estas pajas”.
Cuando la política tiene poca substancia—léase pocas propuestas realistas, apropiadas y oportunas—se cae en el extremo de encontrar malo todo lo que hace el Gobierno y en procurar demolerlo a como de lugar. Incluso cuando lo que Piñera se propone hacer es precisamente lo que el consorcio opositor criticón desatado tuvo la oportunidad de realizar y no hizo, vaya a sabe Ud. por qué razones. Con 20 años de gobierno la Concertación pudo hacer y no concretó montones de cosas que podrían haber sido apropiadas y oportunas en esos años y por el contrario insistió en otras que resultaron ser desastres.
Sin gustarme la derecha, debo reconocer que la oposición de derecha que en esos años se enfrentó con la concertación fue bastante más generosa y proactiva de lo que la Concertación (o lo que queda de ella) ha sido ahora. Por ejemplo, cuando las papas le quemaban las manos a Ricardo Lagos, ahí estuvo Pablo Longueira para sacarlo del atolladero con un acuerdo. Lo mismo ocurrió en una serie de iniciativas propuestas por los distintos presidentes, que dadas las escuetas mayorías, pudieron ser torpedeadas más no fuera por provocarles perjuicios.
Como en las peleas y discusiones matrimoniales, cuando el tono sube de cierto grado, cuando se recurre a la ofensa, cuando se enrostran las debilidades y se pasa del límite sutil que los afectos o el respeto establecen, ya no se puede retroceder y se corre el peligro de que vuelen los floreros. Cuando escucho a algunos de los senadores o diputados de la Concertación , tengo la sensación de que los floreros del acuerdo cívico están comenzando a volar y corremos el peligro de que alguien llame a la fuerza pública.