Mi abuela materna decía, sin un ápice de malicia política, que no había nada más peligroso que un candidato pobre. “Los ricos—decía con sabiduría—le roban poquitos al país, pero los pobres, les roban muchito a las personas”. Sin duda la buena señora se habría estremecido al ver la variedad de candidatos presidenciales que han surgido, todos carentes de medios y patrimonio propio, todos dependientes de la caja del estado, todos, digámoslo prudentemente, “pobres”.
La buena señora me decía, con igual sabiduría “Desconfie de los que siempre están sonriendo; una sonrisa es lo más fácil de falsificar. Mire siempre a los ojos al que sonríe mucho”. Tal vez por eso no le gustaba nada don Patricio y no le habría gustado nada el señor Orrego, por no mencionar ya sabe Ud. a quien. Bueno, mi abuela también aconsejaba desconfiar de las rubias, de los que tiene tienen la boca torcida, de los chicos de estatura, de los que hablan muy rápido y de los radicales en general. Como Ud. puede ver, casi ninguno de los políticos de los que se han postulado o actualmente se postulan se salvaría. Y casi nadie en el gobierno ni en la oposición.
Me correspondió desarrollar algunos trabajos profesionales durante la construcción de la carretera de Itata, que lleva desde la ruta 5 Sur a la ciudad de Concepción, oportunidad en que tuve relación con un ingeniero mexicano a cargo de algunas de las obras civiles. Hablando de la calidad de los obreros de la construcción que le correspondía dirigir, todos chilenos, me habló muy bien de su capacidad de trabajo, pero terriblemente mal sobre su honestidad ya que, según dijo, en las obras constantemente se perdían herramientas, elementos y materiales. Sorprendido protesté alegando que no podía ser peor que en su patria mexicana, argumentando sobre la conocida corruptela en ese país. Entonces él me dejó callado diciéndome “Es cierto que en México reina la corrupción, la mordida y la extorsión, pero el robo tiene su sistema: el pobre le roba a su jefe, el jefe le roba al patrón, el patrón le roba a la empresa, la empresa le roba al gobierno, el gobierno le roba al país y el país le roba a los ciudadanos. Pero siempre robamos hacia arriba, nunca hacia el lado o hacia abajo como Uds.”
Mi padre tenía un viejo cliente que aseguraba sabiamente aunque en términos algo arcaicos “Los problemas se incuban en las soluciones y se crían en el nido de las camarillas”. Agregaba que “No hay peor enemigo que un Juez” y aseguraba que “Más vale perder poco para callado, que ganar mucho públicamente”. Sin embargo su peculiar filosofía quedaba retratada cuando afirmaba (era en la época anterior al voto femenino) “Ningún político es un santo varón”. De haber vivido para el 2005 habría tenido que modificar su aserto.
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