miércoles, 29 de febrero de 2012

EL CANCER INMOBILIARIO

Las ciudades han sido descritas como organismos vitales, dotados de un particular metabolismo, que tiene una  expresión genotípica en las formas culturales, sociales y económicas que las caracterizan como agregados humanos y fenotípica en las estructuras físicas que les dan forma. Y como las personas, las ciudades tienen fisiologías similares pero alcanzan apariencias diferentes en función de la influencia de su medio ambiente,  sitio de emplazamiento, tipo de cultura y  economía de su población. 

Y como las personas, las ciudades crecen, se desarrollan, llegan a la madurez y la vejez. En algunos casos—montones a lo largo de la historia—las  ciudades han enfermado y muerto, de la misma manera como ocurre con cualquier ser vivo. Ocurre cuando sus economías, sus habitantes, sus ambientes o sus estructuras físicas contraen males contra los que no puedan luchar. Conocemos de la antigüedad los centenares de casos  de ciudades muertas y en la modernidad, el deceso de unas pocas ciudades—Chernóbil por el accidente nuclear—, la enfermedad de otras—Detroit—, del mismo modo que el caso de muchas  ciudades vitales y sanas.

No pensaba en eso el día del incendio del Mall de Concepción. Como me queda cerca, fui caminando a mirar el espectáculo de las llamas, el humo y los helicópteros dejando caer agua. Subí a la falda de un cerro llenos de viviendas de buen nivel, desde donde por experiencia sabía se dominaba el lugar. Y me encontré conque la maravillosa vista del valle hacia Talcahuano, San Vicente y la Península de Tumbes que tenía ese barrio, había desaparecido tapada por media docena de altas torres—un hotel, clínicas  y varios otros edificios de departamentos—construidos  frente al mall que se quemaba. Entonces hice la relación con la idea del cáncer y se me ocurrió la comparación siguiente:

El cáncer—todos tenemos una noción de lo que es—es esa enfermedad en la que un organismo produce un  exceso de células malignas  que crecen y se multiplican más allá de los límites normales, invadiendo el tejido circundante y  formando metástasis, hasta que el organismo disfunciona y muere. ¡Células malignas que se multiplican sin control y en exceso entre los tejidos, tal como los edificios en altura desarrollados por la iniciativa de los gestores inmobiliarios y su afán de lucro—aquí sí que se aplica apropiadamente la idea de lucro—que se multiplican en el tejido urbano!

Tengo una pariente que compró hace algunos años un hermoso departamento de alto precio en un edificio de unos diez pisos construido en Santiago en la avenida Luis Thayer Ojeda. Tenía la vista más extraordinaria que Ud. pueda imaginar sobre la cordillera santiaguina. Pero pronto se construyeron otros edificios al frente que le obstruyeron la vista, y a éstos les construyeron, a su vez, otros por delante y así una y otra vez, de manera que hoy hay por delante una veintena de torres, que crecen y se multiplican continuamente más allá de toda lógica, como células malignas: el cáncer inmobiliario invadiendo el tejido urbano, formando metástasis y haciendo disfuncional el organismo por las cantidad de sombras arrojadas, los  montones de automóviles que es necesario estacionar y que copan las calles en las horas punta, el calor residual de los volúmenes construidos y la disfuncionalidad social de esas como colmenas de insectos individualistas y poco solidarios.

lunes, 27 de febrero de 2012

EL PESO DE SER CHILENO

Los argentinos siempre han tenido que vivir con el peso de ser argentinos y en una proporción significativa de los casos, de ser porteños. Es un resabio de cuando Argentina era grande, rica, segura, poderosa y adelantada, es decir, el país de antes del peronismo, las Malvinas y los corralitos. En cualquier caso, se trata de una carga que persiste más allá de la realidad, que no es fácil de sobrellevar y que la tienen tan asumida, que ya no la sienten, por más que los que los observamos la percibamos claramente. Hasta podría ser que no  darse cuenta del peso que deben soportar,  fuese precisamente la carga.

 Los chilenos, en cambio,  vivimos  libres de problemas y de sobrecargas  hasta que, durante el Gobierno Militar y por efectos de los impactos positivos de modelo y los logros de la economía, nos dio por creernos los jaguares de Latino América. En ese momento, como a los nuevos ricos, se nos comenzó a ver la hilacha y la vecindad se dio cuenta muy rápidamente de nuestro cambio de talante. Incluso se nos motejó de “los nuevos argentinos”, aunque nunca se llegara a decir que éramos como los porteños.

Recuperada la democracia, la Concertación se vio obligada a hacerle el peso a los logros anteriores y por más que le picaran en las manos con el síndrome estatizador, mantuvo más o menos los mismos parámetros, evitando cualquier caída del ego nacional. Claro que ya no nos creíamos jaguares, pero el sentimiento de que estábamos viviendo en democracia alcanzaba para sostener la imagen más o menos a la misma altura, haciendo que, como en el caso de los hermanos argentinos, comenzásemos a no sentir el peso de ser chilenos. De cualquier manera, la vieja humildad y la antigua timidez estaban desapareciendo y el chiquitismo contemporizador de los diminutivos, ya no conseguía ocultar la soberbia, la agresividad y el sentimiento de ser dueños de la verdad de los chilenos del nuevo estatus.

Ya no somos los gañanes de hace unos años,  que caminaban por las calles con una radio a pilas de un metro de largo sobre el hombro, pero somos el empresario, comerciante o profesional de escasa cultura y mirada impaciente que se pasea en un Audi 6 o 7 , mirando para abajo a los menesterosos de a pie. Tampoco somos ya los ciudadanos  descontentos pero respetuosos,  a la espera de la próxima elección para expresar opinión, sino  energúmenos empoderados armando barricadas o apedreando comercios.

Los argentinos han podido vivir con el peso de ser argentinos, incluso sin su riqueza y su poder.  Algo tienen que los sostiene y los ayuda con la carga. ¿Tenemos los chilenos una condición similar o podríamos claudicar si se nos complican las cosas?

sábado, 25 de febrero de 2012

JUGADA DIABÓLICA

Algún analista opositor bastante avispado, terminó por darse cuenta que contrariamente a lo que ocurría en el período de Bachelet—en que cualquier alusión a su gobierno o su persona, fuera buena o fuera mala,  producía efectos positivos en su popularidad—en el caso de Piñera, cualquier información relativa a su gobierno o su persona, fuera buena o fuera mala, le generaría perjuicios a él y a su coalición. Ergo, los opositores de distinto color organizaron todo tipo de  estrategias con el propósito de mantener al Presidente y su Gobierno siempre en el filo de la noticia. Una hipótesis  básica de la idea—podríamos   decir su fundamento—es  que la figura de Piñera—por su porte, su postura política, su cara, su sonrisa, su discurso, su experticia, su fortuna—no es del agrado de la gente, porque en este país tenemos el gen del izquierdismo muy metido en el ADN de la cultura, creemos que los empresarios son perversos y tenemos la tincada que cualquiera que sea millonario tiene que serlo porque está robando. La otra hipótesis, es que por su carácter y su insano deseo de popularidad, Piñera cooperaría.

Todo se ha organizado, entonces, para obligar a Piñera—a  quien, siendo eficiente como es, le convendría más no notarse—a estar siempre presente confrontado, desafiado y sometido a escrutinio y a su Gobierno—cuyos logros  en algún momento tendrían que comenzar a ser evidentes—a estar siempre a la defensiva, reaccionando, defendiéndose, contra atacando con cierta torpeza, que es lo que una opinión pública con el gen izquierdista muy metido en el ADN de la cultura, espera que la derecha haga.

¿Se acuerda cuando en la localidad de Chiguayante  hubo una tremenda corrida de barro que  sepultó a varias personas y una pobladora  le solicitó a la Presidenta Bachelet que visitaba el sitio de la tragedia que se retirara del lugar para que las máquinas pudieran seguir trabajando? ¿Se imagina que algo así le hubiese ocurrido a Piñera? ¿A cuánto habría caído su popularidad? ¿Qué le hizo ese catastrófico episodio a la popularidad de la mandataria?

Piñera lucha contra el izquierdismo cultural y percibiéndolo, los estrategas de la oposición han comenzado a aprovechar las oportunidades. Los desórdenes estudiantiles del 2011, encapuchados incluidos, marcaron la orientación y los eventos se han sucedido in crescendo: barricadas porque no pasan suficientes buses del Transantiago, barricadas porque no se solucionan los problemas de los pobladores y allegados, barricadas porque el Alcalde de Providencia se fue de lengua enojado por la tomas de colegios, barricadas en la Araucanía y ahora,  barricadas en Aysén, replicadas en Santiago y Punta Arenas.

Si yo fuera gobierno, procuraría acelerar el paso pero sin mucho cacareo. Al fin y al cabo, cuando la gallina cacarea, van y le quitan los huevos recién puestos. La sabiduría campesina lo dice muy bien: “gallina que no cacarea forma nidal y saca pollitos”.

jueves, 23 de febrero de 2012

MINUTO DE GLORIA

La leyenda nos muestra notables ejemplos de minutos de gloria, es decir, esas oportunidades de oro de entrar en la historia, que se abren permanentemente para unos pocos elegidos y sólo por breves instantes para la mayor parte de los mortales. Inés de Suárez, Manuel Rodríguez, Arturo Prat, Michelle Bachelet y Laurence Golborne, entre otros, tuvieron esa oportunidad maravillosa. Doña Inés, cuando lanzó al campo de batalla las cabezas de los caciques prisioneros para atemorizar a sus huestes que sitiaban Santiago; Rodríguez cuando abrió la puerta del Carruaje de Marcó del Pont, Prat al saltar al abordaje del Huáscar, la Sra. Bachellet al subirse a carro de guerra Mowac y Golborne por estar ahí. No son hechos estrictamente comparables, pero resultaron determinantes en sus efectos, por más que nos parezca que subirse a un tanque no sea lo mismo que saltar al abordaje de un acorazado, sobre todo si uno sobrevive.

Me parece que los chilenos hemos desarrollado una especie de conciencia en este asunto de los minutos de gloria. Es posible que sea porque nos los enseñaban en la escuela, porque desde mucho ha forman parte del mito popular o porque la ilusión de dar un batacazo está en la naturaleza humana. Algo así como acertarle al Kino o el Loto. El hecho es que muchos esperanzados, especialmente los que no han podido o no han sabido labrarse un futuro, aguardan expectantes, su minuto de gloria. Tal vez eso explique algunas  actitudes que vemos por estos días, especialmente en las manifestaciones en Aysén y Coyhaique y en alguna polémica entre un funcionario del Estado y  un dirigente mapuche. En el caso de Aysén, el minuto ha sido de un par de dirigentes de palabra fluida y rápida; en el segundo caso el minuto fugaz terminó como un intercambio de garabatos de grueso calibre.

La búsqueda del minuto de gloria en política tiene un sentido algo diferente. Primero que nada, es parte de la pega, ya que ninguno que se precie de político, pierde de vista que un buen momento, un minuto bien aprovechado, puede conducir—el ejemplo está a la vista—a la primera magistratura y de ahí para adelante. Uno puede ver como los Aguiló, los Asencio, los Farías, los Moreira, los Silber, los Girardi, los Lagos, los Navarro y varios otros que no menciono, hacen su mejor esfuerzo.

Mis minutos de gloria han sido fugaces: una que otra  respuesta ingeniosa por ahí, alguna carta al diario memorable, un par de aciertos en clase y muy poco más. Pero no pierdo las esperanzas y aquí me tiene Ud. escribiendo un blog que muy pocos leen, porque me asiste la ilusión de alcanzar montones de seguidores. ¿Quién le dice que no tenga un minuto de gloria duradero?

martes, 21 de febrero de 2012

PALABRAS DE MODA

Como en el vestir y en la decoración, en el léxico las modas van y vienen. Cada momento tiene su lenguaje y cada circunstancia sus expresiones particulares en el habla. Como los políticos, las palabras tienen su tiempo: aparecen de a poco, en oportunidades alcanzan el éxito de manera que las utilizamos todos y más lenta o más rápidamente, desaparecen reemplazadas por otras palabras nuevas. Recuerdo  los montones de términos con que, por ejemplo,  se ha denominado a la borrachera o el cortejo amoroso en Chile (los relaciono por su efectos), cada uno con su época, casi todos olvidados.  Basta con mirar (escuchar) un poco alrededor para ver (oir) cómo va cambiando la lengua. ¡Cómo que está viva!

Comparar a las palabras que se ponen de moda con los políticos que tienen su hora no fue ocioso. Así como los políticos son peligrosos en la medida en que confunden sus ideales con las conveniencias sociales, las palabras—especialmente algunas palabras—confunden y generan confusiones y a veces, incluso, efectos inconvenientes. Lo acabamos de ver en los movimientos estudiantiles del año pasado con el alcance, significado y connotación que se dio a la palabra “lucro” y lo venimos experimentando desde hace décadas con palabras como “democracia”, “derechos”, “participación”, “igualdad”, por mencionar sólo algunas.

El peso de las palabras y sus significados resulta importante en sociedades que como la nuestra, como resultado de la importación de tecnologías, bienes y costumbres, parecen haberse saltado alguna etapa necesaria en la maduración del colectivo social. En ese sentido, no nos podemos comparar así no más con sociedades como las del norte de Europa o de América, que no solamente han tenido otro tipo de evolución cultural y han desarrollado otra concepción de la moral, sino que confieren otros significados a los términos mencionados.

Pienso, especialmente, en la palabra “empoderamiento”, tan de moda, tan utilizada en los medios, tan  en la boca de los políticos como su propia lengua, palabra que en su lugar de origen—“empowerment” en la cultura sajona—tiene  un alcance social relacionado con el logro de mejoras como resultado de un esfuerzo personal o colectivo que cumple con una serie de condiciones que involucran esfuerzo, tenacidad, determinación, lucidez, en fin, trabajo. Nosotros  hemos traducido el término inglés por obra de algún becario literal con un nuevo sentido, olvidando que en el idioma español ya existía el verbo empoderar como variante poco utilizada de “apoderar”.

Curiosamente, nuestra comunidades y las personas en ella,  no se empoderan tanto como se apoderan—no vamos a decir que los saqueadores del 27 F o los ocupantes de los caminos de la Araucanía o  Aysen se empoderaron—cuestión de la que podría derivarse todo un análisis sociológico. Mi teoría va en la siguiente dirección: somos una sociedad en la que empoderarse es complicado porque exige esfuerzo, en tanto apoderarse es bastante simple  porque suele tener costo cero. Basta con ver la orientación del delito, desde el hurto al escamoteo, pasando por el asalto, el cogoteo, el robo con escalamiento, el alunizaje con retiro mediante cable de acero de gavetas de cajeros automáticos y el robo a bancos y transportes de dinero.

El problema es que al hablar de “empoderamiento” se crea una sensación: la sensación de que empoderándonos ganamos mucho con poco esfuerzo. Es una percepción que si resulta  mala entre personas civilizadas,   entre indios es fatal. No olvidemos que todavía tenemos la práctica del malón y la acometida en patota que tanto temían los conquistadores, a flor de piel.

¿Cómo se llega al empoderamiento, entendido a la chilena? Se llega porque el que tiene el mandato de ejercer el poder  no lo cumple cabalmente. ¿Quién no cumplió? Por un lado la Bachelet, simpática pero inepta, algo así como esas tías a las que se quiere pero nos se les hace mucho caso y por otro Piñera, siempre tratando de caer bien y haciendo toda clase de desvíos en su camino para conseguirlo.

Un pueblo empoderado de esta mala manera necesita, para volver al orden natural, no digamos de represión, que funciona por corto tiempo, sino de conducción imaginativa e innovadora. Y dígame Ud. ¿De adónde sacamos un conductor con esas condiciones, visto lo que hay?

domingo, 19 de febrero de 2012

SOLEDAD Y DESAMPARO, EL PROBLEMA QUE SE NOS VIENE

Desde el viernes he tenido una situación de salud complicada: vértigo terrible que se agudizó rápidamente, de manera que no puedo moverme siquiera al baño y al mismo tiempo fiebre alta por alguna complicación estomacal, que me ha tenido entre terribles dolores de cabeza, delirio y sueños angustiosos. No dejé a la mano el celular, que parece haberse descargado y estoy lejos del teléfono fijo y de la conexión a Internet que, como corresponde a un hombre de mi edad, es por cable.

Como desde el terremoto vivo solo en una pequeña casa arrendada en la que caben apenas los muebles y enseres de la que se derrumbó, visito diariamente a una hija y mantengo con ella contacto telefónico. El caso es que he desaparecido por casi 48 horas y nadie se ha extrañado, nadie ha venido a ver si estoy vivo ni ha llamado.

Como se me acaba la batería del laptop, voy directo y corto al grano: esto es lo que nos espera a los viejos y a los niños en la sociedad que se nos viene. Más bien ya está con nosotros en la soledad y desvalidez de los ancianos y en la desprotección de los menores.

¿Cree Ud. que en un sociedad de familias consolidadas, unidas y preocupadas un anciano de 84 años se habría suicidado de un disparo luego de asesinar a su esposa de 82 que padecía de un alzaimer avanzado, por la situación de abandono en que vivían, a pesar de que sus hijos compartían el departamento? ¿Cree Ud. que Karadima y tantos otros anormales podrían haber atentado sexualmente contra niños y jóvenes de los que sus familias hubiesen tenido una mínima participación en sus vidas?

37 % . Veré si puedo subir esto al blog. Si no, discúlpeme.

viernes, 17 de febrero de 2012

DE LA GORDURA Y OTRAS HIERBAS

Hoy estuve un buen rato en un café de un Mall observando chilenos…más bien, chilenas. Conté 100 mujeres adultas y 83 eran gordas; observé a 50 lolas y 38 eran gordas; contabilicé a 25 niñitas y 12 eran  gordas. A los gordos no los conté, pero observé por lo menos cuatro tipos de panzas (como para tener un varoncito, como para tener una niñita, guata de pecho completo y panza separadora de brazos, es decir, también hacia los lados). Definitivamente no conté a los feos y las feas, pero podría adelantar que, por lo menos en mi región, no abunda la belleza. Tampoco en Chile. Recuerdo que al volver de un viaje por el viejo mundo, sufrí un impacto al ver tanta gente fea por la calle. Gente horrible, especialmente un veterano flaco y desaliñado con una maleta, que me miraba fijamente desde una vitrina.

En relación con el tema de la gordura, observé en las noticias a unos vecinos en toma, con una dirigenta asegurando  pobrezas y miserias y las más terribles apreturas económicas. Su volumen la desmentía así como a la mayoría de las manifestantes, todas ellas gorditas, de doble ancho, efectivamente apretadas en su paso por la vida, pero por sus ropas.

A propósito de gordura, me repetí, una vez más, el video de la madrugada del terremoto del 27 F, en que las autoridades del momento se debatían entre la incertidumbre y la ignorancia. Naturalmente la vi a ella y no pude menos que hacer una relación con el tema de autos. Me cabe una duda ¿No habrá desencadenado una moda?

Los entendidos dicen que la primera manifestación de mayor bienestar es la obesidad de la población de menores ingresos. Parece lógica  pura: si tienes una carencia—alimentación  insuficiente—compensas comiendo demás y engordas. Silogísticamente hablando, debiera resultar que si tienes una educación insuficiente, en cuanto pudieras debieras  engordar tu saber…¡Pero no ocurre! ¿No será una prueba más de lo mal que anda la educación en Chile?

Mirando la fotografía del ministerio de Piñera, eché de ver que no había ninguna gorda entre las Secretarias de Estado. ¡Todo lo contrario! Más de alguna destaca por su extremada delgadez. La verdad es que tampoco hay ministros entrados en carnes, si bien un par por ahí corren riesgo. Pero tampoco hay ministros muy altos, salvo uno que en las fotos siempre lo ponen a un lado. La pregunta es ¿Serán la esbeltez y la estatura políticas de Estado? ¿Flacos y chicos?

miércoles, 15 de febrero de 2012

ACORTAR CAMINO

Acortar camino de alguna manera, a la buena o a la mala, está en el ADN nacional. Lo hacemos literalmente comiéndonos las esquinas en parques y aceras, de manera que inevitablemente acabamos con el césped y las plantitas; lo hacemos moralmente ya desde cabros chicos, en el colegio, copiando en las pruebas; lo hacemos en los negocios con chuecuras como las de La Polar,  en la política  llegando al Congreso a dedo como el amigo Felipe Harbóe, Carlitos Larraín, la señora Von Baer y otros varios y hasta en cuestiones de Fe, mejor no digo como.

El esfuerzo por acortar camino pudiese estar en la base de muchas de la conductas nacionales: por lo pronto, en el delito—hurto, robo, estafa,  narcotráfico, crimen—como medio para enriquecerse rápidamente sin demasiado trabajo rutinario;  desde luego en el comportamiento en las calles—cruzando la calzada a media cuadra, dando vuelta en U en lugares prohibidos, superando los límites de velocidad—como una manera de ahorrar tiempo y distancia; y también en el estudio y la academia—recurriendo a textos sintetizados, plagiando trabajos antiguos, haciendo copy/paste, robando ideas y haciendo zancadillas a los colegas. No sería nada que acortáramos camino con alguna pillería—al fin en todas partes del mundo se hace—pero en Chile nos vanagloriamos de ello. “Nunca he pagado en una micro” decía orgulloso unos de mis cuñados; “no le he trabajado un día a nadie” se jactaba cierto político radical ya fallecido; “no me den, pónganme donde “haiga”, decía otro.

Acortar camino a como de lugar está en todo: mire el rodeo y note que los huasos van por adentro y los pobres vacunos por fuera; mire la Plaza de la Ciudadanía en el Barrio Cívico, donde el último diseño arquitectónico llegó a institucionalizar las cortadas con esos senderos chuecos. Hay que decir, hablando de arquitectura, que uno de los atractivos de las  galerías comerciales céntricas, es que sirven para acortar camino. Es que somos expertos en tomar atajos para ahorrar esfuerzo.

Y me surge la pregunta ¿Si es así, por qué no hemos podido acortar el camino al desarrollo, a la erradicación de la pobreza, la eliminación de las desigualdades y a la reducción del delito? Un viejo profesor de economía, que fue Presidente de Bolivia un par de veces, me decía  hablando sobre el tema de acortar  plazos hacia logros sociales, que el problema estaba en que las derechas, sabiendo el camino, lo transitaban con extrema parsimonia, en tanto las izquierdas, enceguecidas por la ideología, no podrían encontrarlo.

lunes, 13 de febrero de 2012

EL JUICIO QUE FALTA

No parece que la responsabilidad de la ex presidenta el 27 F tenga relación directa con las decisiones tomadas en relación con la amenaza de tsunami. Salvo su limitación evidente ante una crisis complicada vivida en tiempo real—ineptitud tal vez—no podríamos acusarla de otra cosa.

El verdadero juicio que debiera enfrentar la ex presidenta, es el que se relaciona con los saqueos post terremoto, propiciados por la falta de control adecuado en las calles de las principales ciudades entre la hora del sismo y mediados del día domingo 28, todo ello por la resistencia de su Gobierno a entregar el control de la situación de orden al Ejército. La situación de caos escaló hasta el momento mismo en que el gobierno se decidió a sacar a los militares a la calle. Cabe recordar que en el terremoto de 1960, también ocurrido en la madrugada de un día sábado, no hubo ningún desorden porque el control militar se autorizó de inmediato, por razones  preventivas.

En el caso de 27 F, incluso se debiera establecer de quién fue la responsabilidad de que en un primer momento los efectivos militares fueran tan limitados en número y actuaran sólo como espectadores ya que, por lo menos en Concepción, buena parte de los saqueos tuvieron lugar con  los soldados en las calles haciendo presencia y que cesaron sólo cuando los efectivos comenzaron a controlar y reprimir efectivamente los excesos, arma en mano.

La noción prevaleciente en esos momentos de caos y temor—recuerdo el parecer de mis vecinos organizando una defensa en las calles—era que la Presidenta  no quería recurrir a los militares por razones personales, debido a lo ocurrido con su padre, el General Bachelet y por convicciones  políticas, dada su filiación izquierdista. Lo mismo, en relación a dictar un toque de queda que permitiese limitar la presencia de personas por las calles. El resultado fue el horror que experimentamos—el tsunami de robos y saqueos durante la tarde de ese sábado y el domingo siguiente—y el temor de los días que siguieron, en que los barrios se organizaron atemorizados con fogatas, barreras y vecinos con armas y garrotes.

¿Hasta qué punto un conflicto personal y una postura política pueden justificar un proceder que comprometa de manera tan importante la paz social?  ¿Tenía derecho la Sra. Bachelet a dudar en el momento de las decisiones indispensables porque estas no le gustaban?

Quedaría por investigar y precisar las consecuencias y evaluar los costos sociales que significaron los  episodios de  saqueos, ya que la evaluación de sus reales efectos sobre el incremento posterior de la delincuencia, el aumento en la evasión en el Transantiago, la violencia en la  Araucanía,  la violencia  del movimiento estudiantil encapuchados incluidos, etc., está pendiente.

sábado, 11 de febrero de 2012

EL CELULAR, LOS VEHÍCULOS Y LA PERSONALIDAD NACIONAL

Cuando yo era niño si  uno veía a una persona que hablaba sola por la calle, pensaba que se trataba de un orate suelto. Sólo los locos o los dementes seniles hablaban solos,  por su cuenta y riesgo y sin control. La gente normal tendía a ser más o menos reservada y hablaba sólo cuando se les preguntaba algo. Los menores lo aprendíamos desde temprano: “en la mesa, en la escuela o en la calle, la boca cerrada”. Pero ahora, cuando uno ve que alguien va hablando solo por la calle, primero le mira la oreja para ver si lleva un auricular de celular.  Y  si alguien lo hace adentro de un auto en movimiento, uno supone que tiene un “manos libres.

Es increíble lo que el celular y en general, la tecnología y los mejores medios han hecho con la personalidad de los chilenos. Nos ha transformado de ciudadanos medidos y privados en lenguaraces públicos completamente desinhibidos y en exhibicionistas hedonistas. Lo primero se veía venir ya cuando uno iba de visita a casa ajena y se encontraba con chiquillos ineducados que interrumpía a sus mayores sin consideración ni respeto ninguno; lo segundo se comenzó a ver hace unos años, cuando los flaites comenzaron a pasearse con radios a pila enormes cargadas en el hombro, sonando a todo volumen.

Ha sido realmente con el advenimiento de la tecnología móvil, que la antigua moderación en el hablar  ha cambiado tan radicalmente. Niñitas y niñitos, jovencitos y jovencitas y una buena proporción de los adultos no vacilan y no dudan  en responder sus celulares ventilando sus asuntos así estén en la calle, en un medio de movilización público, en el cine, en un velorio o en una boda.

Y ha sido con el acceso popular al automóvil, que las trancas psicológicas de connotación social, sexual, física  y cromática propias de la hibridación indígeno/hispana   han podido liberarse por fin. Si eso será bueno culturalmente hablando, está por verse pero, en el intertanto, nos encontramos con manifestaciones bizarras e interesantes.

En mis años de juventud como funcionario municipal conocí a un esforzado ciudadano que ostentaba el sonoro título de “oficial”, que lo ponía frente a un mesón de atención al público y lo diferenciaba apenas del “auxiliar”, que llevaba papeles y cuidaba la puerta. Nadie más humilde, más servicial, más cuidadoso de las formas, más esclavo del deber y menos perceptible. Lo volví a ver ayer, más de cuarenta años más tarde, mientras bajaba con cierta dificultad su pequeña humanidad ataviada con una camisa floreada y unos shorts tropicales, de la camioneta más grande y ostentosa que he conocido, hablando al aire, con un aparato con una luz azul encajado en la oreja derecha y otro que parecía un tablet en la mano. Me miró, hizo un gesto de reconocimiento, soltó un “hola fulano” perdonador tuteándome por primera vez  y se desentendió. No pude menos que pensar  que el progreso y el cambio social que lo sigue, se nos vienen encima como la ola de un tsunami.

Es un cambio potente, propio de los tiempos, global, creciente, cuyas consecuencias no comprendemos ni podemos adivinar porque son como el futuro, pura probabilidad.

jueves, 9 de febrero de 2012

EL EXCESO COMO NOTICIA (O VICEVERSA)

El revuelo noticioso que generó el accidente del Metro, en la mañana de este miércoles, tuvo a los canales de noticias y a los otros  canales comentando el asunto hasta la nausea casi toda la mañana.  No solo vimos mil veces las grabaciones de las cámaras de seguridad que  captaron el accidente, sino que escuchamos interminables repeticiones y  variaciones con las que las locutoras intentaban llenar el tiempo. Evidentemente una noticia así  en febrero cae como lluvia en tiempo de sequía…

Además de calificar de descarrilamiento lo que evidentemente fue un sobrepasar el final de la vía  y de que los comentarios no insistieron mucho en el detalle que el convoy iba vacío—que un convoy vacío se salga de la línea es noticia, pero no tanto—entrevistaron  a una señora embarazada dueña del automóvil que quedó debajo del tren preguntándole con tono ominoso—a menos de una hora y media  del sucedido el hecho—si Metro había tomado contacto con ella.

Todo lo anterior me parece un exceso que, por conveniencia de los medios que  comunican, se transforma en noticia: el exceso como noticia me parece socialmente peligroso y bastante equívoco. Mi  imagen al escuchar que se había descarrilado el metro, fue la de vagones llenos de gente lesionada y en un primer momento me llamó fuertemente la atención no ver montones de ambulancias rodeando el tren.

No digo que no haya que mostrar y comentar los hechos, porque la comunidad merece estar bien informada. Me refiero al hecho que al pecar por exceso, desde la noticia se generan toda clase de derivaciones y percepciones indeseables que conducen a malas interpretaciones e incentivan  reacciones equivocadas.

Como siempre, aparecieron, como callampas luego de una lluvia, los especialistas y entendidos, que fueron entrevistados profusamente: especialistas en accidentes de trenes—es obvio, el metro es un  tren--; especialistas en estructuras sujetas a sobrecargas—los coches del metro quedaron sobre la losa de un estacionamiento ubicado bajo tierra—; especialistas  en urbanismo—por las connotaciones de una estación de mantenimiento del tren subterráneo como vecina inmediata a condominios llenos de gente, etc. etc. Y sus derivaciones: ¿Qué fue primero, la estación de mantenimiento o los edificios habitacionales?  Es de imaginar que algunos diputados estarán pidiendo ya que se tramite una Ley que impida que las estaciones de mantenimiento del Metro estén dentro de las ciudades.

Es evidente que el exceso en el tratamiento de la noticia, sea por los noteros sobre los que comenté el otro día, sea debido al enfoque de los noticieros y la línea editorial de los canales,  causa perjuicio social.

martes, 7 de febrero de 2012

ESTILOS DE VOCERÍA

Durante la presidencia  de don Salvador Allende, a principio de los movidos años 70, el vocero del gobierno era el entonces  Subsecretario de Ministerio del Interior, señor  Daniel Vergara,  personaje cuyo parecido con el protagonista de una serie de terror de la época, le valió el apodo de Barnabás Collins, así como un odio generalizado de tirios y troyanos, tal vez por su  apariencia impertérrita, su gesto de asco y su talante  indiferente respecto de lo anunciado. Sin embargo, con la perspectiva del tiempo y la comparación con voceros pasados y presentes, me parece que  la vocería de don Daniel Vergara cobra un significativo valor y merece un análisis más detenido.
Cada uno en su estilo, voceros como  Francisco Javier Cuadra, Enrique Correa y Francisco Vidal,  le han hecho el peso a Vergara,   pero sin conseguir igualarlo totalmente: Cuadra era igual de impertérrito y definitivo, pero con su apariencia de niño aplicado no podía competir con aquella cara de asco y ese aspecto terrorífico; Correa tenía una cara tan mefistofélica, que parecía en broma; Vidal, demasiado jacarandoso y pagado de sí mismo,  no resultaba suficientemente creíble y habría podido anunciar la llegada de los marcianos sin  que  nadie lo tomara en serio.

Los voceros de actual gobierno de ninguna manera han dado la medida. No lo digo en materia de peso  o muñeca política—Chadwick los tiene de sobra—sino en términos de la forma de comunicar. El peso y la muñeca política son  dimensiones     que el hombre de la calle o la señora de la población  no perciben muy bien,  porque requieren de cierta sofisticación y cultura política, pero la forma de comunicar—esa que tenía Daniel Vergara que daba a cada anuncio el peso de una sentencia definitiva—sí la tiene. La Sra. Von Baer resultaba poco creíble porque le faltaba precisamente eso: tanto su metal de voz  como su lenguaje corporal la perjudicaban en el momento de comunicar.

El vocero Chadwick tiene otro problema que quiero ejemplificar con un ejemplo, sin ningún afán de ofender. ¿Ha escuchado Ud. las declaraciones que formulan al pasar los flaites detenidos por carabineros? No aludo a  lo que dicen ni me refiero a los términos empleados, sino al tono, a las inflexiones de la voz, al ritmo del discurso. Es difícil ponerlo por escrito pero lo intentaré : “Noooo, si yoo taba con uno amigo. Soy inoceeente,  de too”. La cadencia, el alargamiento de las palabras, el tono de disculpa, la búsqueda del énfasis particular de quien busca convencer, tan típico de la gente corriente. Lo vemos, también,  en las declaraciones de algunos futbolistas.

A Chadwich le falta la medida, la neutralidad en el tono, el desapego respecto del contenido del mensaje de que era capaz Daniel Vergara y casi consiguió Francisco Javier Cuadra. ¿No hay alguien que se lo diga?

domingo, 5 de febrero de 2012

VIEJAS CONSEJAS QUE PARECEN NUEVAS

Mi abuela materna decía, sin un ápice de malicia política, que no había nada más peligroso que un candidato pobre. “Los  ricos—decía con sabiduría—le roban poquitos al país, pero los pobres, les roban muchito a las personas”. Sin duda la buena señora  se habría estremecido al ver la variedad de candidatos presidenciales que han surgido, todos carentes de medios y patrimonio propio, todos dependientes de la caja del estado, todos, digámoslo prudentemente, “pobres”.

La buena señora me decía, con igual sabiduría “Desconfie de los que siempre están sonriendo; una sonrisa es lo más fácil de falsificar. Mire siempre a los ojos al que sonríe mucho”. Tal vez por eso no le gustaba nada don Patricio y no le habría gustado nada el señor Orrego, por no mencionar ya sabe Ud. a quien. Bueno, mi abuela también aconsejaba desconfiar de las rubias, de los que tiene tienen la boca torcida, de los chicos de estatura, de los que hablan muy rápido y de los radicales en general. Como Ud. puede ver, casi ninguno de los  políticos de los que se han postulado o actualmente se postulan se salvaría. Y casi nadie en el gobierno ni en la oposición.

Me correspondió desarrollar algunos trabajos profesionales durante la construcción de la carretera de Itata, que lleva desde la ruta 5 Sur  a la ciudad de Concepción, oportunidad en que tuve relación con un ingeniero mexicano a cargo de algunas de las obras civiles. Hablando de la calidad de los obreros de la construcción que le correspondía dirigir, todos chilenos, me habló muy bien de  su capacidad de trabajo, pero terriblemente mal sobre su honestidad ya que, según dijo, en las obras constantemente se perdían herramientas, elementos  y materiales. Sorprendido protesté alegando  que no podía ser peor que en su patria mexicana,  argumentando sobre la conocida corruptela en ese país. Entonces él me dejó callado diciéndome “Es cierto que en México reina la corrupción, la mordida y la extorsión, pero el robo tiene su sistema: el pobre le roba a su jefe, el jefe le roba al patrón, el patrón le roba a la empresa, la empresa  le roba al gobierno, el gobierno le roba al país y el país le roba a los ciudadanos. Pero siempre robamos hacia arriba, nunca hacia el lado o hacia abajo como Uds.”

Mi padre tenía un viejo cliente que aseguraba sabiamente aunque  en términos algo arcaicos “Los problemas se incuban en las  soluciones y se crían en el nido de las camarillas”. Agregaba que “No hay peor enemigo que un Juez” y aseguraba que “Más vale perder poco para callado, que ganar mucho públicamente”. Sin embargo su peculiar filosofía quedaba retratada cuando afirmaba (era en la época anterior al voto femenino)  “Ningún político es un santo varón”. De haber vivido para el 2005 habría tenido que modificar su aserto.

viernes, 3 de febrero de 2012

LAS AVISPAS ICNEUMÓNIDAS Y LAS INSTITUCIONES NACIONALES :

Las avispas icneumónidas son aquellas que inmovilizan con su veneno a mariposas y orugas y sin matarlas, ponen sus huevecillos dentro de sus cuerpos. Los huevecillos se transforman en larvas y estas crecen  alimentándose del insecto inmovilizado pero vivo, hasta que emergen de los cuerpos muertos nuevas avispas icneumónidas que vuelan para repetir el ciclo. Una cosa terrible, pero natural que se repite en la naturaleza en muchos ejemplos. La traigo a colación, porque mi percepción es que en materia de la organización institucional chilena, sufrimos un fenómeno similar al generado por las avispas mencionadas y que esa  es la explicación de los males del gobierno en este par de años      

Nadie podría negar que en veinte años de gobiernos de la Concertación, todas nuestras instituciones,  públicas y privadas—organismos de gobierno, sistema judicial, universidades, medios de comunicación y hasta empresas—pudieron ser y de hecho fueron colonizadas por los partidos de la facción gobernante hasta principios del 2010. Sea por la vía de las creaciones de cargos,  las designaciones a dedo, los concursos de alta dirección pública, los miles de contratos  a honorarios y montones de artilugios más, prácticamente todos los puestos disponibles, los cargos subordinados, los mandos de nivel medio y todos los mandos superiores de las instituciones mencionadas fueron ocupados por su clientela política, sus operadores menores, sus partidarios y sus parientes.

Nadie podría afirmar, tampoco, que el actual gobierno haya podido hacer lo mismo en el corto tiempo que lleva a cargo de país, pese a la jacarandosa propaganda que los dirigentes gremiales han hecho desde la CUT, la ANEF, el Colegio de Profesores, etc., respecto de miles de supuestos despidos. Los despidos que haya podido haber, son una fracción ínfima frente a los miles de puestos que siguen siendo ocupados por los partidarios de la oposición. Cuando mucho la Alianza ha podido copar los cargos más importantes, algo así como los generalatos  y oficialidad superior, en tanto la sub oficialidad y la tropa siguen siendo los mismos y actuando igual  de antes.

Esos miles de cargos que mantiene la Concertación son como los huevecillos de las icneumónidos, cada día devorando una pequeña parte del cuerpo inmovilizado, a la espera del momento en que nuevas avispas vuelvan a volar.

miércoles, 1 de febrero de 2012

NOTICIAS Y NOTEROS:

La dinámica de los noticieros de la televisión es una sola: no se cubre la noticia con periodistas profesionales sino fundamentalmente con noteros que son, como comentaba con dureza un crítico conocido haciendo alusión al dicho popular  “más peligroso que mono con gillet”, “monos con micrófono”.

Claro que hay noteros y noteros, pero independientemente de que sean niñas estupendas  o gorditas dejadas de la mano de Dios, que tengan pinta de conquistador o facha de nerd, los noteros se caracterizan por sus lamentables carencias en el difícil trabajo de comunicar que es, a la postre, lo que se les encarga desarrollar. He llevado la cuenta de sus debilidades compartidas, de las que puedo enumerar algunas, sólo con la intención de ilustrar el punto:

En general no saben hablar, es decir, no son capaces de hilar frases con sentido, bien construidas y  estructuradas, con  correcta sintaxis y vocabulario adecuado. Equivocan los términos, pronuncian mal, repiten muletillas y confunden los tiempos verbales. Hay una notera que comenta noticias policiales y accidentes de tránsito, que repite la expresión  “en este lugar” cada pocas frases. Una noche le conté 19 repeticiones de “en este lugar”  en poco menos de 6 minutos de comentarios sobre dos accidentes, es decir, una vez cada 18 segundos (cuando la veo, tiendo a no reparar en lo que dice, sino en contar cuantas veces se repite). Otra notera conocida está hablando en tercera persona e introduce de repente la expresión “en la cual”, sin que tenga nada que ver ni encaje. Un tercero hablando de   unos asaltantes capturados, dice que “lograron” ser detenidos. Un cuarto habla de un arma requisada en un allanamiento diciendo que es “de calibre 45 centímetros”.

Los noteros tienden a hacer las preguntas más imbéciles que imaginar se pueda: “¿Estás arrepentido de haberlo atropellado?” pregunta en tono melifluo el notero a un conductor que aplastó a un niño mientras retrocedía con su vehículo. “¿Qué sintió cuando le apuntaron con la pistola en la cabeza?” pregunta inteligentemente otro ganándose una mirada sorprendida del entrevistado. “¿Qué piensa Ud. del alza del pasaje del Transantiago?” consulta un tercero a una señora de aspecto humilde que baja de un bus.

Me pregunto: ¿Son alumnos de periodismo? ¿Son estudiantes en práctica? ¿Reciben alguna preparación? ¿Están sujetos a alguna forma de evaluación? ¿Los seleccionan o son pitutos?
La gordita de “en este lugar” lleva montón de tiempo en las pantallas y no me imagino cómo el más mínimo control de calidad de su importante Canal de TV, no ha reparado en la mala impresión que hace. ¿O será que los televidentes no reparan en estas sutilezas, no distinguen los ripios idiomáticos o no entienden lo que ven y escuchan? ¿Y los canales lo saben y descansan en ello…?