martes, 8 de noviembre de 2011

LA POLÍTICA COMO CLASE

Decían los antiguos, que hubo una época dorada en la que los políticos respondían realmente a la gente, de manera que los representantes elegidos ejercían legítimamente la soberanía delegada en ellos por el voto popular. En tal condición, la democracia representativa operaba como sobre ruedas y el país progresaba rápidamente… Suena lindo, pero que yo que soy lo suficientemente viejo recuerdo que dicho voto no era especialmente popular aunque así lo consignasen las leyes, sino más bien censitario, por la doble circunstancia que los inscritos en los registros electorales  eran minoría y porque muchos de los que votaban eran cohechados abiertamente. Con todo, antaño los políticos no alcanzaban a constituirse como una clase, tal vez porque quienes  realmente ostentaban la soberanía por su incorporación cívica, eran de por si una clase.
Hoy día, que millones de chilenos participan del civismo, sí podemos hablar de una clase política cuando hablamos de los políticos:  ya sea  porque el sistema de elecciones lo ha facilitado o porque los intereses privados de los políticos se han decantado de una manera particular, nuestros representantes han pasado a constituirse como una clase con todas las de la ley. En nuestra realidad, digámoslo de una vez, los representantes elegidos por la ciudadanía se representan más a si mismos, constituidos como grupo, que a los electores, detentadores teóricos de la soberanía.
Lo cierto es que ante el análisis, los políticos han dejado de ser servidores públicos para pasar a ser una clase social hecha y derecha, por su número minoritaria pero por su influencia y poder determinante. Tal como la nobleza lo era en una monarquía o la cúpula del partido único en la democracia del proletariado. Y nos encontramos con que   esa clase política está constituida, tal como ocurre en la sociedad, por grupos: grupos  primarios y grupos secundarios formando una red de interrelaciones. No olvidemos que los grupos primarios están constituidos por las familias  y por los grupos amigos y que los grupos secundarios son aquellos asociados por intereses comunes. Si miramos en la política local rápidamente nos encontramos con  las familias participando del poder —los Frei, los Lagos, los Girardi, los Chadwick/Piñera, los Walker, los Toha, etc—y los grupos—los partidos UDI, DC, RN, PPD, PR, PS y PC—. Y  si miramos más adentro en las declaraciones de intereses de los políticos, rápidamente nos encontramos con    los negocios vinculantes entre representantes de familias diferentes y partidos opuestos, que constituyen otra forma de agrupación todavía más sospechosa.
La ciudadanía lo ha percibido y ha reaccionado como era de esperar: primero, desinteresándose de la política absteniéndose  de votar; segundo, desinteresándose de la  democracia por la no inscripción en los registros electorales; y tercero, comenzando a expresar su soberanía  directamente a través de las manifestaciones masivas, las protestas, las redes sociales, las acciones de violencia creciente y la petición de plebiscitos. Y como lo han hecho las sociedades históricamente a través de los tiempos cada vez que se han producido procesos de desconcierto,  comenzando a adorar falsos ídolos.

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