viernes, 4 de noviembre de 2011

EL EXTRAÑO CONCEPTO DE LA JUSTICIA

Los chilenos tenemos una serie de  extrañas percepciones a propósito de la ley, de los derechos civiles y de la justicia. Muchas de tales concepciones tienen su antiguo origen en  viejas prácticas y costumbres nunca enderezadas heredadas de nuestros ancestros (indígenas e hispanos); otras, fueron construidas en el pausado proceso de la evolución republicana entre traspiés de la democracia en formación; las más recientes, se han configurado en los últimos cuarenta o cuarenta y cinco años, partiendo desde el gobierno del otro Frei y desarrollándose especialmente desde 1992 para adelante.
Una primera percepción—seguramente originada en la práctica autóctona del malón—es que el hurto, es decir, la apropiación de una cosa mueble,  ajena en todo o en parte, realizado sin fuerza en las cosas, ni violencia ni intimidación en las personas, se legitima cuando el despojado es rico y el ladrón es pobre. Es una noción que alcanza, incluso, al robo con fuerza.  Fue la justificación de muchos actos de pillaje con oportunidad del terremoto de 2010 y sigue siendo el respaldo ético de mecheros y escapistas.
Tal vez se  explique en la idea  de que la justicia es para los ricos y no para los pobres—otra  de las concepciones populares más  arraigadas—y en la percepción—que yo he desarrollado al hablar de la MATRIX—de que los empresarios son ladrones y explotadores del pueblo indefenso. El mito popular establece que quien tiene hambre y roba una gallina recibe una alta penalidad y  que  quien defrauda millones sale libre  empastando manos. En parte, se supone,  porque los jueces no tienen nada que esperar ni que temer  del asaltante de gallineros y en cambio, si pueden esperar y tienen que temer de un personaje protegido por su dinero.
Una segunda percepción muy arraigada, que se origina en quizás qué remotas pulsiones, es   que la ley y la justicia son funcionales al desquite y el natural deseo de venganza, a la manera de la ley del Talión y su materialización  en el "ojo por ojo, diente por diente". “Llegaremos hasta las últimas consecuencias”, “tendrá que pagar con perpetua”, “no tiene derecho a recibir beneficios”, son expresiones estereotípicas proferidas por parientes sedientos de revancha, a quienes no importan la Ley ni el derecho, como se ha visto recientemente en el caso de un  procesado liberado condicionalmente.
Un tercer conjunto de percepciones, encarnadas de manera  relativamente reciente y construidas  en un juego demagógico extremadamente hábil que revela que sus autores son los más expertos comunicadores y sociólogos, son los slogans de que se revisten incluso los temas más legítimos, pero que substituyen cualquier razonamiento por la consigna: calentamiento global, contaminación del medio, educación gratuita, educación pública, no al lucro, etc. etc. Su popularidad y rápida aceptación se basa en dos pulsiones sociales que siempre están a la espera y que dicen mucha relación con lo expresado más arriba: la población tiene el sentimiento de que todo esta siendo suciamente manipulado y la percepción de que puede estarse perfilando la oportunidad del desquite.

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